Carmen García de Leaniz, responsable de Pensamiento Emocional de los Colegios Zola

Durante los meses de noviembre y diciembre queremos desarrollar la empatía y la solidaridad en nuestros alumnos/as. Nuestro ejemplo como docentes es el punto de partida para desarrollar esta competencia social en el aula.

No siempre es sencillo demostrar empatía cuando educamos, especialmente cuando vemos conductas disruptivas que dañan a otras personas o a nosotros mismos.

Sin embargo, nos puede ser útil recordar que, detrás de una mala conducta, con frecuencia, hay una emoción y una necesidad emocional que necesita ser atendida.

Cuando un alumno/a está teniendo conflictos reiteradamente con sus compañeros (o profesores) y pierde la calma, insultando, pegando o faltando al respeto a los demás, nuestra empatía al hablar con él/ella puede ser una gran aliada para lograr conectar, descubrir la raíz del problema, ayudarle a tomar perspectiva  dándose cuenta de las consecuencias de sus actos, e influir en sus valores, objetivos y conductas.

Es sin duda un reto que conlleva esfuerzo y tiempo (el cual no nos sobra) por nuestra parte. Sin embargo,  la recompensa puede ser muy grande: fortalecer la autoestima de un alumno/a (o varios afectados), mejorar la convivencia en clase, conseguir una mayor concentración y calma en el aula facilitando la impartición de las asignaturas y mejorando el rendimiento académico… por no hablar del impacto en la vida futura de ese alumno/a y las personas que se relacionen con él/ella. ¡Merece la pena intentarlo!

Y, ¿qué pasos puedes dar para educar con empatía cuando hay malas conductas?

  1. Cálmate: En primer lugar, es esencial que pares, te calmes y te des cuenta de cómo te sientes tú y cómo reaccionas, cómo tratas al alumno en cuestión cuando tiene la conducta disruptiva de falta de respeto.
  2. Prepara tu actitud: De ella dependerá tu capacidad de influir o no en el alumno/a.
  • Define tu Motivación: Conecta con una motivación constructiva. Más allá de regañar al alumno o hacerle ver lo que está haciendo mal, pregúntate: ¿Cómo se siente el alumno/a con sus compañeros, en su familia, en clase?; ¿Qué valor necesita aprender?, y ¿Cómo puedes ayudarle tú a lograrlo?
  • Confía: Si tu alumno percibe desconfianza por tu parte, si percibe que no le valoras o no crees en su capacidad de mejora, se cerrará en banda y no se esforzará por cambiar.
  • Conecta: Comienza la conversación transmitiendo tu sincero interés por ayudarle, demuéstrale que te importa y hazle preguntas abiertas con afecto para tratar de descubrir las causas de su conducta, sus sentimientos y necesidades: “¿Qué ha ocurrido?”, “¿Cómo te has sentido?” ¿Cómo has reaccionado? ¿Qué te ha llevado a actuar así? ¿Qué querías lograr? ¿Qué necesitas?”
  • Escucha y observa: Con los 5 sentidos, sin interrumpir, mirándole a los ojos, escucha sus palabras, observa su tono de voz, sus gestos, su mirada, sus movimientos, lo que dice y lo que no dice… Dale su tiempo antes de intervenir. Evita juzgar o interrumpir.
  • Empatiza: Demuéstrale respeto y comprensión hacia su perspectiva y sus emociones, sin trivializar o deslegitimar su sentir: “entiendo que te hayas sentido así ante la situación de…”. Antes de hablarle de su conducta, dedica un tiempo a validar sus sentimientos y demostrar comprensión.
  • Redirige y muestra tu apoyo: Una vez que has demostrado comprensión por sus sentimientos y su punto de vista, será más probable que el alumno/a escuche y se abra a otra perspectiva. Ahora es el momento para reforzar el valor o la virtud que quieres desarrollar (respeto, responsabilidad…). En vez de regañar y “sermonear”:
  • Eleva su nivel de conciencia respecto a las consecuencias de su conducta: «lo que haces te ayuda a conseguir realmente lo que necesitas, te acerca o te aleja? ¿tu crees que estás actuando con “respeto/responsabilidad…”? “¿qué consecuencias tiene para ti y para los demás?”. Si no ve las consecuencias de sus actos, explícaselas con calma para ampliar su perspectiva, describiendo hechos y conductas (evitando etiquetar).
  • Fomenta su responsabilidad:
    1. preguntándole si quiere solucionar la situación. “¿Quieres mantener esta situación o hacer algo para mejorarla? ¿cómo quieres comportarte… con respeto/responsabilidad o seguir haciendo lo mismo? si no quiere, ayúdale a ver lo que supondría no cambiar su actitud, “¿qué crees que puede pasar si se mantiene esta situación?”)
    2. Refuerza el valor que quieres trabajar y ayúdale a identificar qué puede hacer para actuar desde ese valor: “¿Qué puedes hacer tú, que esté en tu mano, para comportarte con “respeto, responsabilidad…” (el valor que quieras reforzar)? ¿Qué conductas puedes cambiar?
  • Pídele su compromiso, un objetivo concreto: “Entonces, ¿a qué te comprometes? ¿Qué vas a hacer a partir de ahora?”
  • Ofrécele tu apoyo para que logre cumplir su compromiso: “¿Qué puedo hacer yo para ayudarte a cumplir tu compromiso? ¿Qué te parece si …?”
  • Llega a un acuerdo sobre las consecuencias en caso de no cumplir su compromiso: “¿Qué pasa si no cumples el acuerdo? ¿Qué consecuencia podríamos aplicar que te parezca justa?”
  • Pídele que recapitule: “Entonces, ¿A qué acuerdo hemos llegado en esta conversación?”
  • Reconócele su esfuerzo por mejorar y demuéstrale tu confianza y tu apoyo: “Valoro mucho tu compromiso y confío en ti, estoy convencid@ de que te vas a esforzar por conseguirlo. Yo estoy aquí para ayudarte. Ánimo”.

Por último, haz seguimiento y gestiona tus expectativas: Los cambios no se consiguen de la noche a la mañana. Llevan tiempo. Valora cada pequeño avance, y si “tropieza de nuevo” (que será probable), persevera y toma perspectiva de su evolución: ¿está reduciendo la frecuencia o la intensidad de su conducta disruptiva? Si es así, felicítate y felicítale! Si no es así, habla y busca otra estrategia.